LA FRASE

La frase de la semana: "Pareciera que a los ministros les bajaron la palanca y no piensan más". Roberto Lavagna.

sábado, 24 de octubre de 2009

ADN, un debate para pensar y opinar

La semana pasada un fuerte debate, con duras declaraciones, se inicio a raíz de un proyecto que establece la extracción compulsiva de sangre para análisis de ADN en la búsqueda de la identidad. Es una iniciativa impulsada desde hace años por las Abuelas de Plaza de Mayo para poder saber si determinados jóvenes, que se reniegan a hacerse los análisis, son hijos de desaparecidos. Hoy en día, ese proyecto esta siendo motorizado por el kirchnerismo.
El caso que sirvió como sostén de esta idea es el de los hijos de la dueña de Clarín, Ernestina Herrera de Noble. Pese a que se sospecha que son hijos de desaparecidos, apropiados por la dictadura y entregados a la familia del clarinete, ellos no quieren someterse al estudio.
Elisa Carrió fue la primera que salió a criticar la medida. La calificó de fascista por vulnerar los derechos de los jóvenes en cuestión. Los grupos de derechos humanos le respondieron que ella era la fascista, por impedir el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad, como la apropiación de bebes. Más tarde, otros juristas, como el ex fiscal del juicio a las juntas, Julio César Strassera, salieron a respaldar la postura de Lilita.
Mas allá del bajo nivel del debate, donde unos y otros se acusan de fascistas, el tema es interesante. Son las cuestiones de fondo que los dirigentes tienen que poder definir: ¿se privilegia el derecho a la integridad de cada ser humano o se privilegia la búsqueda de la verdad y la justicia a cualquier precio? Yo me inclino por la primera opción, porque el argumento de la segunda podría llegar a jusificar cosas mucho más complicadas, como la tortura. Sin embargo, estoy abierto a la discusión y a escuchar posiciones. A debatir, que hace bien. Pero sin descalificaciones.

jueves, 22 de octubre de 2009

Un presupuesto sin supuestos

Mientras los políticos siguen hablando de la ley de medios y ahora se aprestan a debatir una reforma política, el tratamiento del presupuesto para el año próximo está pasando (o paseando) por el Congreso.
La semana pasada, en Diputados se aprobó el proyecto de Presupuesto 2010. Por primera vez en el kirchnerismo se logró sin realizarle ninguna modificación. Los diputados no encontraron nada para aportarle a la iniciativa del Gobierno. Ahora empieza el turno del Senado. Allí están los representantes de las provincias, que fueron son y serán perjudicadas por el Gobierno en el reparto de los fondos.
El diputado radical Miguel Giubergia, durante la sesión, recordó a Juan Bautista Alberdi, quien sostenía que “el presupuesto es el barómetro que señala el grado de buen sentido y de civilización de un país. La ley de gastos nos enseña si el país se halla en poder de explotadores o está regido por hombres de honor, si marcha a la barbarie o camina a su engrandecimiento”. En los últimos años ese análisis es imposible de realizar. Entre los superpoderes, las facultades delegadas del Legislativo al Ejecutivo y las consecuentes modificaciones presupuestarias que realiza el Gobierno, los supuestos gastos que previó el presupuesto quedaron en el olvido.
Un ejemplo de la falta de previsión al armar el presupuesto es que el Gobierno ya esté hablando de ampliar las asignaciones familiares a los hijos de desocupados y los trabajadores informales (mientras la oposición plantea universalizar el reparto por hijo). De implementarse cualquiera de las dos opciones, se trataría de un plan estratégico que debería estar contemplado en cualquier presupuesto. Pero una semana después de aprobarlo en Diputados, ya se está hablando de que sería necesario hacer modificaciones presupuestarias.
Las promesas de obras incumplidas es otro caso que hace del presupuesto una norma vacía. Año tras año el Ejecutivo promete una serie de grandes obras a realizarse en varios años. Pero año tras año esas obras aparecen y desaparecen del presupuesto, no reciben fondos o aumentan su presupuesto de manera sospechosa.
Así, el presupuesto deja de lado su esencia para ser un mero maquillaje, una ley con anexos que muestran como se va a distribuir el dinero entre las diferentes áreas del Estado. El presupuesto es la norma más importante de todas, ya que direcciona las políticas de un gobierno. Hermes Binner, en una entevista con Perfil, dijo: “Cada vez tenemos más desconfianza, porque con el tema de los superpoderes el presupuesto dejó de ser un hecho confiable para ser un hecho anecdótico”. Este año no aparenta ser la excepción, y el presupuesto, una vez mas, no va a dejar supuesto nada.

martes, 13 de octubre de 2009

Hay ley, ¿habrá ley?

El Senado transformó en ley el proyecto de Servicios de Comunicación Audiovisual presentado por el Gobierno, más conocido como ley de medios. ¿Es algo bueno o malo? ¿Es lo mejor o lo peor? ¿Es una ley democrática y desmonopolizante o autoritaria? ¿Es un triunfo porque se supera un escollo de la dictadura o es una derrota porque atenta contra la libertad de prensa? ¿Ganó el Gobierno y perdió Clarín? ¿Y el resto de los argentinos a qué jugamos?
Así se podría describir lo que fue el debate de esta ley. Sin matices, sin búsquedas de consensos, y con posturas extremas. El equilibrio nunca logró ponerse de pie. Y no sólo de los políticos, sino también de la gran mayoría de los que se sumaron al debate.
Desde un principio se dio una puja maniquea, era blanco o negro, bueno o malo. Estabas a favor de democratizar los medios o estabas a favor de los grandes grupos económicos. Estabas a favor de la libertad de expresión o estabas a favor de los que quieren controlar a los medios. Y el Gobierno y Clarín dieron lugar a que ese fuera el juego. Cómo trataron el tema fue patético e indefendible. Unos por la cerrazón total a dar un debate serio y profundo, donde el proyecto podía ser mejorado sustancialmente. Los otros por dejar en evidencia que hacen periodismo cuidando sus intereses; de golpe se dieron cuenta de todas las falencias y corruptelas kirchneristas.
Ambos mintieron y engañaron. Ambos son merecedores de profundas críticas. Pero en este punto el Gobierno pierde por varios puntos, porque mintió y engañó en nombre del Estado. Llevándolo a un extremo: Así como en la dictadura se puede decir que existía el terrorismo de las guerrillas, el terrorismo de Estado era mucho más nefasto aún. Por eso, el "engaño de Estado" es más peligroso, por la responsabilidad que tiene quien ejerce la administración del mismo.
Ahora bien, en el ámbito político, también la oposición equivocó el rumbo. Desde un principio se plantó en un No, previendo intenciones autoritarias de Kirchner en todo esto, cuando en realidad gran parte de la oposición quería que se vote una nueva ley de radiodifusión (incluso sufrieron el ninguneo de los K a proyectos que se habían presentado con anterioridad). Distinto es decir "No, esto no nos gusta, no lo votamos" a decir "Sí, queremos una nueva ley, tengamos esto de base, pero hagámosle buenas modificaciones". Como mínimo, achicás las distancias de las posiciones extremas. Además, los discursos apocalípticos tampoco sirven para lograr consensos. Los Kirchner pueden ser peligrosos, y de hecho esta ley puede ser peligrosa, pero la realidad es que con la ley actual, con un Comfer intervenido, podían hacere muchas de las cosas que se dice que van a hacer ahora.
¿Cuál es el resultado? Tenemos una nueva ley, que tiene algunos puntos oscuros y muchos otros que son incongruencias. Como por ejemplo que un artículo habla de la revisión bianual, que el propio oficialismo lo vendió como revisiones cada dos años. Sin embargo, en el debate una senadora hizo notar que bianual significa dos veces en un año, por lo que debería decir bienal... El kirchnerismo no quiso saber nada con arreglarlo. Un cambio significaba que el proyecto volvía a Diputados, lo que muchos hubiesen leído como una derrota K.
Pero sobre todo tenemos una nueva ley que va a desfilar por los pasillos de los tribunales, con denuncias de todo tipo. Hasta el punto tal de que algunos estiman que la norma puede llegar a no se aplicable. Sería un fracaso de la democracia, que demostraría que no puede hacer una ley consensuada, que perdure en el tiempo. Y sobre todo buena, porque lo que dejó este tema es la decepción de otra oportunidad perdida: se podría haber hecho una ley ejemplar y se terminó aprobando un mamarracho que, encima, puede quedar en la nada.

martes, 6 de octubre de 2009

Piquete y cacerola, ¿la lucha es una sola?

En el 2001, pleno estallido social, las marchas de piqueteros encontraron el apoyo de sectores de clase media, que habían empezado a utilizar sus utensilios de cocina para hacerlos sonar. "Piquete y cacerola, la lucha es una sola", cantaban.
Tiempo después las condiciones económicas mejoraron y las cacerolas volvieron a su hábitat natural. Los piqueteros que siguieron piqueteando (algunos con mayor justificación que otros) perdieron el apoyo de esas clases medias, que veían vulnerado su derecho a la libre circulación.
Hoy, por el conflicto en la ex Terrabusi, estamos ante un recrudecimiento de ese método de protesta. Y también hay algunos sectores, o barrios, con la cacerola lista para hacerla repiquetear en cualquier momento. ¿Están en la misma sintonía? Difícil.
Unos reclaman por la preservación de fuentes de trabajo. Y consiguieron el respaldo de diversos sectores, en especial de movimientos de izquierda acostumbrados a plegarse a este tipo de protestas.
Los otros empezaron a salir en el conflicto del campo. Vale decir que no se quejaban de los cortes de ruta como se quejan ahora de los de calle. Reclaman por las políticas y actitudes que toma el Gobierno. Y en muchos casos recibieron el acompañamiento de lo más reaccionario de la sociedad, aquellos que piden por la democracia pero no ven la hora de que Cristina deje el sillón presidencial antes de tiempo.
La lucha claramente no es una sola. En la Argentina falta mucho para que haya una solidaridad entre sectores con diversos intereses. Pero en la actualidad hay un factor de riesgo: crecimiento de la conflictividad laboral y social más un profundo desgaste de la imagen del matrimonio presidencial. El problema se puede dar cuando algunos grupos quieran seguir fogoneando los piquetes para generar una mayor conflictividad social y que en algún momento la lucha termine siendo una sola. El objetivo oculto no sería buscar soluciones para unos y otros, sino generar inestabilidad. Una situación que hay que evitar.