LA FRASE

La frase de la semana: "Pareciera que a los ministros les bajaron la palanca y no piensan más". Roberto Lavagna.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Cacerolas con un ruido contundente, pero llenas de contradicciones

Las multitudinarias manifestaciones del jueves 13 fueron contundentes, y de eso no quedan dudas. Seguramente marcarán un quiebre en la coyuntura política, dejando un mensaje de que amplios sectores de la sociedad no solamente están disconformes con determinadas decisiones gubernamentales, sino que están con bronca. Pero es muy difícil analizar las motivaciones que tuvo cada uno de los cientos de miles que marcharon en gran parte del país. Y ahí está la primera de las contradicciones. Contradicciones que de ninguna manera minimizan la magnitud de la protesta, pero que son claves para el análisis.

No es lo mismo marchar en contra de las restricciones para comprar dólares que contra la re-reelección. Ni contra la inseguridad o contra los abusos de poder. Tampoco es lo mismo enojarse por las inagotables cadenas que por la corrupción. Estaban los que se vieron afectados por el cierre de importaciones, y los que  se horrorizaron cuando Cristina pidió que se le tenga "un poquito de miedo". También a los que recién ahora les empezó a molestar una inflación que viene alta hace más de 5 años. Cada uno tuvo su motivación, o  acumulación de motivaciones. Pero claramente no todos tenían el mismo objetivo, y eso es contradictorio.
"Que se vayan todos", cantaban algunos, repitiendo un hit del 2001-2002. Es una sensación genuina, de sectores que se quejan del autoritarismo, pero que tienen escaso compromiso democrático. Pretender que una Presidenta que lleva apenas 9 meses de mandato abandone su cargo es indefendible. Ni hablar de quienes le desean la muerte. Pero por otro lado, estaban los que solamente piden un cambio, una vuelta atrás con determinadas medidas. No son golpistas, ni seguidores de Cecilia Pando. Son ciudadanos que se sienten afectados por las decisiones del Gobierno y por eso reclaman. Los dos sectores marchaban juntos, y eso es contradictorio.
Nadie de la oposición puede capitalizar el reclamo. Es cierto. La falta de una oposición fuerte es una de las causas de la marcha: al no haber nadie que logre poner un freno (culpa opositora y mérito del oficialismo) muchos encontraron la solución cacerola en mano. Pero también es cierto que entre los manifestantes había dirigentes y militantes de diferentes fuerzas de la oposición, que se mezclaron entre la gente, pero que sumaron número. Muchos miles hoy no sabrían a quien votar, pero muchos otros sí. Les gusta Macri, Binner, Alfonsín, Cobos, Lilita... y hasta Moyano ahora les puede caer más simpático. Incluso, es probable que haya habido gente que votó a Cristina. Algunos no la volverían a votar nunca más. Pero otros, si determinadas cosas se corrigen, la podrían hacer. "Nos escuchó", sería el argumento. Demasiada mezcla para poder entender el panorama, y eso es contradictorio.
"Se va a acabar, la dictadura de los K". Cada vez que escuchaba que cantaban contra la dictadura me agarraban escalofríos. Uno de los reclamos más escuchados era el de "libertad". El cepo al dólar es un condicionante, pero la gente terminó de enojarse cuando se dio cuenta de las dificultades que iba a tener para pasear al extranjero en las vacaciones, después de todo un año de trabajo. Y eso no es de ricachón. Afecta mucho más allá de Santa Fe y Callao. Pero la falta de determinadas libertades de ninguna manera puede automáticamente considerarse una dictadura. Una marcha de estas características sería imposible en una dictadura, y muchos de los presentes deberían saberlo. En esa misma plaza, muchas se vieron obligadas a circular... Eso, también es contradictorio.
Tanto al empezar el recorrido como al terminarlo, me encontré con cartoneros revolviendo la basura. No estaban protestando, sino que cumplían con su jornada de trabajo. En todos estos años la realidad de muchos sectores no mejoró. Las cifras reales de pobreza no bajaron como indica el Indec. Hay piqueteros, de los que no fueron cooptados, que se vienen manifestando para lograr mejorías. Pero en esos momentos la lucha de los piquetes y las cacerolas no fue una sola. Los reclamos generalmente son "egoístas", ya sea de los Qom en Formosa, ambientalistas en contra de la megaminería o docentes por un salario justo. Me gustaría, sin embargo, que los reclamos justos pero ajenos también convoquen. Me resulta contradictorio, aunque se que es demasiado pedir.

Ahora bien, ¿el cacerolazo del jueves 13 es condenable o repudiable por sus contradicciones? Para nada. Está bien que la gente reclame y se movilice como manera de canalizar su descontento. Pero es fundamental que se entienda de manera precisa. Porque sino después las desilusiones son más grandes. El cacerolazo es un reclamo, y nada más. Ninguna "salvación" opositora necesariamente surgirá de allí y ningún Presidente debería caer.
Pero cuando las protestas no tienen un horizonte claro, el panorama se puede tornar peligroso. Y allí es donde el Gobierno tiene una responsabilidad fundamental. El descontento es genuino. Sea de la clase social que sea. El no escuchar, el hacer caso omiso, sólo puede extender el reclamo. Y con tantas contradicciones las cacerolas pueden terminar en cualquier puerto. O en cualquier horno.

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